Parí un amor de madrugadas
de soleadas mañanas y noches frías
parí un calor de invernadero que costó meriendas
comí un amor que fue vivienda
abrí un tambor que fue una ofrenda.
Viví entre lujos y ratones, entre pan duro y vino dulce
habría cualquiera de envidiarme
habría cualquiera de apuntarme
y cualquiera de olvidarme.
El cielo abierto pudiera sostenerme
a puro sol en mi cabeza negra
en mi piel tostada y sudorosa…
La cabeza duele, el ojo llora y el aire quema.
La retribución inmensa de oler la mirra
y disfrutar del hambre cuando existe harina.
Hoy amarte es parto
sentir que tras distancias vives tú
y respira libre nuestro pacto.