martes, 24 de marzo de 2009

Contigo


Contigo vuelo en el infinito
vuelo en la locura inmensa, que me devora.
Caigo sin pensar y sin dudas
contigo los ojos se me vienen al suelo
y si los abro, es sólo,
y porque suben para volverte a ver.
No hay más razón para abrirlos.

Contigo el aire me sobra
con tu aliento
tus latidos se arriman a mi necedad
y no me disgusto: si me miras, si me hablas
porque basta con tu voz
con el poder de tu calma
basta con el simpar de tu aliento
y tu calor
me derrite.

Contigo no hay horizonte capaz
no hay frío, ni viento que sople.
Contigo merezco la lluvia
y tengo el rocío del cielo
que cae en mi cabello tuyo
cuando tus manos dulces se hacen en mi piel.

Contigo vuelo en el infinito
una y otra vez
viajo en el cielo eterno
y te haces mía
en el fondo de tus ojos
en tus ojos, donde duermo.

Tus lágrimas escasas, me han herido el alma
no cabe en mi corazón tu tristeza
contigo lloro y contigo río
porque si respiro, es para ti
y si escribo estos versos
es contigo
porque es contigo que siento
que te amo.



Jorge Galaz Acevedo.

lunes, 16 de marzo de 2009

Ángel Caído II


Su llanto agresivo entorpeció mis sueños
y tumbé mis ojos, bajo telas blancas, por si la amaba.

El filo del viento le rasgó las alas
y entre gritos y llanto escupí mi fiebre, iracundo.

Amenazas y sangre vomitó ferviente hacia la niebla
y ya su piel no descendió del cielo, ni sabía dulce, su mirada.

Ya no había un ángel, entre tanta peste
ya no había razones más, para querer, para matar.

Y nadie mereció morir entonces, porque nadie mereció,
ninguno de los dos: más palabras dulces, ni más sangre.

Así, blanqueé mis ojos rojos, arañados
y esparcí su muerte por mi senda.

Nunca más volver, a saber…
Le quité las alas y saltó a mirar que había, bajo las estrellas.

Yo la maté, porque le di la vida
y le quité las alas, para que sangrara.

Yo la traje de vuelta, y caminó desnuda
por primera vez entonces, pude apuñalarla, y sonreí...

domingo, 8 de marzo de 2009

Frío


Suelo ocultar mi rostro del frío
tanta brisa me enceguece
tanta lluvia me deprime
cerrar los ojos no basta
uso mis manos
cubro mi rostro de los gélidos soles
de los vientos del sur
y retengo el aliento entre mis manos.

Me inclino, lentamente
como si el muro me acariciase, me apego
su espalda y la mía se detienen
y al suelo, caigo
sentado
con las manos cubriéndome del frío
con la sal en mis labios.

Los sollozos de un perro me acompañan
e intento no verme, congelado
algo me arde entre cejas
algo me rompe la traquea
y algo me quema, por dentro.

Desnudo podría decir que es frío
por qué...
de vez en cuando, cuando el frío es intenso
cubro mi rostro, y no perdona
ni al más genuino amor
orgullo: corroe, me mata
egoísmo: ...soledad.

Me oculto del frío, con lágrimas
intento corregir la dirección del viento
y soplo, con mi aliento, perdido.

No es llanto mi miedo
es eterna soledad, sin calor
trago saliva entre sombras
intento volar
entre tanto frío, intento
ojala
poder amar.

jueves, 5 de marzo de 2009

Ella, yo, nosotros (nostalgia)


A ella le gusta saber de mí,
de vez en cuando hacer preguntas
y otras, olvidarme.

A ella le gusta ganar,
y la perdí, y nos perdimos
cuando perdimos los sueños:
y nos dejamos derrotar.

A ella le encantaba salir a bailar
tomarla por la cintura, aferrarla
me fascinaba, y danzar.

Me excitaba pegarme a su cadera
tenerla en frente y besarla
entrar en ella y decirle: te quiero.

Me gustaba recostarme a su lado
verla dormir me encantaba
despertar con ella, admirarla.

Me gustaba saber que era mía
conocer su belleza
escuchar sus tristezas.

A nosotros nos gustaba tocarnos
mirarnos a los ojos, besarnos
a nosotros nos gustaba querernos, abrazarnos.

Juntos el tiempo era risa.
Poco tardaba la noche en hallarnos
y poco encontrarnos la aurora, al amarnos.

Y a querernos, comenzamos
entre miedos, los dos
que ya parecemos extraños.

Me tumbo a olvidar su regazo,
me tumbo a olvidar, y es en vano
que en noches la tuve desnuda,
que en noches la tuve en mis brazos.

Yo se, los dos extrañamos
y de vez en cuando nos encontramos
en algún recuerdo simultaneo
de todas las veces que fuimos uno
de todas, las tantas, en que nos amamos.

Cuando empecé a llorar


En esos días el mar descendía de la luna a la velocidad de las palabras. En pocos segundos su piel omitía el pudor y se dejaba querer sobre mis sueños. En esos días de belleza era imposible sangrar, porque estaban sus manos dulces para amarme, y no era un cataclismo posarme en su fragancia. Mas sabía que algo andaba mal, porque de pronto, su aroma se esparció en el horizonte y su boca se alejó de los valles. La busqué, la busqué, pero ya no estaba. No importaba cuando, no importaba donde... me mató saber que ya no existe, para mí. Me mató saber que la perdí... y me puse a llorar.
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A ti que no olvido (f)